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Como sucede en muchos adultos, soy un ex renegado navideño ahora totalmente arrepentido. Mientras me hago viejo, cada vez estoy más convencido de que sí hay "algo" en el aire durante la Navidad, y que si no existiera, igual habría que inventarlo. La noche de este 24 de diciembre, por ejemplo, me descubrí invadido por la depresión después de encerrarme en una habitación para ver películas y evitar todo contacto con la raza humana. Sentí que me visitaban los tres fantasmas del Cuento de Navidad y me anunciaban un futuro grisáceo, obeso y solitario.
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Por otra parte, he determinado que la Navidad no existe realmente hasta que no se transmite por televisión EL PEQUEÑO TAMBORILERO (THE LITTLE DRUMMER BOY BOOK II), programa de animación cuadro por cuadro de marionetas producido en 1976 por la cadena NBC. En cierto modo, es lo que más espero ver cada diciembre. Lo que imprime la atmósfera melancólica imprescindible. Este martes 25 de diciembre a las 7:30 am, cuando ya lo creía todo perdido, el canal venezolano La Tele salvó a la Navidad y transmitió EL PEQUEÑO TAMBORILERO, que tuve la fortuna de resguardar parcialmente gracias a una grabadora de DVD.
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La historia básica: un humilde tamborilero de Tierra Santa, camino a Belén, es interceptado por una legión romana, que quema su tambor como combustible para fundir las campanas de plata elaboradas por el viejo artesano Simeón para proclamar el nacimiento de Jesús. Esta producción animada tiene su secuencia de thriller de lo más infartante: el momento en el que los dos tiernísimos animalitos que acompañan al tamborilero, un camello y un burrito, aprovechan un descuido de los romanos y rescatan las campanas. Gracias a una ovejita que excava la tierra, se evita que la carreta con las campanas se vaya cuesta abajo, con burrito y camello incluidos. Uno de los tres reyes magos, Melchor, participa en el bando de los buenos.
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